martes, 28 de agosto de 2012

EL JUDAISMO DE JESUS


Saban, Mario Javier. El judaísmo de Jesús. Buenos Aires: Editorial Saban. 2007.

PROLOGO DEL LIBRO

Todo el judaísmo que un judío acepta hoy en su canon está contenido completamente en las enseñanzas del rabino Jesús.

 Partamos de un axioma fundamental: No podemos estudiar a Jesús como un judío del siglo I si no comprendemos profundamente. No podemos estudiar a Jesús desde el cristianismo, porque Jesús no era un cristiano, sino un judío.

 Todas las enseñanzas éticas del rabino Jesús se encuentran en la tradición hebrea y que, por lo tanto, desde el punto de vista ético el cristianismo es, en realidad, una continuación absoluta del judaísmo. Muchos autores hablan de dos procesos simultáneos, el proceso de continuidad y el de discontinuidad. Desde mi punto de vista, y después de haber concluido esta obra, puedo hablar simplemente de continuidad. El proceso de discontinuidad, cuando comenzó, fue provocado por los gentiles que se integraron al seno del movimiento judeo-nazareno a mediados del siglo II. Es, en realidad, durante el siglo II cuando podemos hablar del concepto de discontinuidad, ya que en el siglo I toda la estructura inicial de lo que con el tiempo llamaremos cristianismo se encuentra en una continuidad absoluta con el judaísmo. El judaísmo de Jesús es una perspectiva particular de un rabino del judaísmo. El cristianismo del siglo II, para lograr su independencia del judaísmo, necesitó transformarse en pagano-cristianismo, porque el cristianismo original es puro judaísmo ortodoxo, desde la visión del rabino Jesús.

Es más, cualquier judío ortodoxo puede leer en los evangelios cristianos su propia tradición. Jesús fue un rabino fiel a la tradición de Israel, y jamás abandonó a su pueblo. Sostuvo siempre la tradición hebrea y en ningún momento pensó que sus enseñanzas llegarían a los gentiles de una forma tan masiva. Es más, criticó a los rabinos que hacían grandes campañas proselitistas para la divulgación del judaísmo fuera de los límites del pueblo de Israel.

 
¿Qué enseñó el judío Jesús y de dónde extrajo estas enseñanzas?

¿Existen paralelismos anteriores y posteriores, dentro del judaísmo, sobre las enseñanzas del rabino Jesús?

Jesús, como rabino judío, pudo realizar una interesante interpretación particular de la Torá, pero de ahí a sostener que su deseo era crear una nueva religión media un abismo. El judaísmo de Jesús podía tener ciertas diferencias con relación al judaísmo de otros rabinos, porque cada judío sostiene un judaísmo personal. La libre interpretación del texto de la Torá que propugnaron los fariseos fue la base para el desarrollo del judaísmo de Jesús.

 
El título de rabino, en aquella época, no poseía el significado que tiene en la actualidad, ya que hoy un rabino es ordenado por un tribunal de rabinos. En el siglo I existían rabinos carismáticos que eran elegidos por aclamación popular. En el siglo II el judaísmo evoluciona hacia una ordenación rabínica institucionalizada.

Jesús será llamado rabí o maestro por el auditorio que le escucha en sus prédicas.

Existían muchos rabinos itinerantes en aquellos tiempos en el pueblo de Israel.
En esta categoría debemos pensar a Jesús.

 El cristianismo no tiene su génesis en el rabino Jesús, sino que nace como consecuencia de la incorporación de los gentiles sin circuncisión, admitidos por el Concilio de Jerusalén del año 50. A partir de allí, se crea una teología mesiánica sobre la figura de Jesús de Nazaret, a través de otro judío, el rabino Shaul de Tarso, que desemboca por el transcurso del tiempo en la aparición de la cristología. La cristología se desarrolla, pues, después del período paulino. Ello forzó a interpretar cristológicamente todo el contenido judío de las enseñanzas del rabino Jesús. Lamentablemente, a lo largo de los siglos, la cristología se ha mezclado con la ética, y durante tanto tiempo se han confundido ambas cuestiones que veremos cómo las interpretaciones cristológicas invaden todas las interpretaciones éticas de sus enseñanzas.

El cristianismo no ha interpretado las enseñanzas rabínicas de Jesús, sino que ha interpretado su figura a la luz de las profecías mesiánicas.

Y es allí donde encontramos el gran problema entre el judaísmo y el cristianismo. El judaísmo ve en Jesús a un excelente rabino e interpreta sus enseñanzas éticas a la luz de la Torá, mientras que el cristianismo lo estudia como objeto de culto. El problema, por parte del judaísmo, fue el ignorar el judaísmo de Jesús durante tantos siglos. Sin embargo, lo que el judaísmo realmente ignoró no fueron las enseñanzas éticas de Jesús: lo que realmente ignoró y rechazó frontalmente fue la idea de la divinización que se realizó de su persona.

El judaísmo ha considerado siempre que la divinización de Jesús es un componente de una indudable infiltración pagana dentro del desarrollo del cristianismo.

Mientras el judaísmo abandonó a uno de sus más importantes rabanim  (rabinos), el cristianismo lo desjudaizaba. Quedó Jesús, pues, dividido entre dos mundos hostiles: el judaísmo, que no quería mezclarse con las otras naciones con el fin de preservar la ley de Moisés y que, indudablemente, vio durante siglos amenazada su existencia por la internacionalización del cristianismo; y el cristianismo, que comprendía perfectamente que Jesús, siendo judío, debía ser cristianizado a fin de separarlo de su propio pueblo y de su fe. Cada uno contribuyó a crear una imagen que no se corresponde con la realidad. El judaísmo tiene el deber de reincorporarlo, porque sus enseñanzas son plenamente judías; el cristianismo tiene el deber de rejudaizarlo para comprenderlo realmente, porque Jesús jamás abandonó el judaísmo.

Deseo que el propio Jesús manifieste su judaísmo y sus enseñanzas. Quiero probar que todas las interpretaciones cristianas de los últimos veinte siglos intentaron desjudaizar al rabino Jesús de Nazaret y, por consiguiente, separarlo de sus hermanos, que somos nosotros, los israelitas.

Este intento frustrado de separación del rabino Jesús del judaísmo ha llegado a su fin. El judaísmo, después de la lectura y del estudio de esta obra, puede comprobar que las enseñanzas del rabino Jesús se encuentran dentro de la Torá, dentro de todo el Tanaj y dentro de las genuinas tradiciones fariseas. Jesús puede ser estudiado por el judaísmo actual porque es producto de la propia tradición judía. Cuando un judío lee cierto pasaje del Tanaj (A.T.) en realidad está estudiando las enseñanzas éticas de Jesús, porque Jesús, como buen rabino, extrajo la esencia de sus parábolas del interior mismo de la tradición hebrea.

En términos generales, un cristiano verdadero es éticamente judío y un judío es éticamente cristiano. Somos, ambos, parte de la misma tradición de Israel: lo que nos dividió (y nos divide) fue (y es) el carácter nacional del judaísmo frente al espíritu internacional del cristianismo.

El judaísmo es el judaísmo del pueblo judío, el cristianismo es la ética del judaísmo predicada a varios pueblos. En síntesis, el cristianismo es, pues, la desnacionalización del judaísmo. Muchos de los autores judíos, sobre todo de los siglos XIX y XX, que reconocieron que el rabino Jesús de Nazaret debía ser reincorporado a los estudios del judaísmo porque sus enseñanzas son plenamente hebreas.

Cuando todo cristiano tome conciencia de que sigue las enseñanzas judías de un rabino, aquel día podremos decir lo que el israelita Shaul de Tarso escribió: “El verdadero judío es quien lo siente en su corazón” (Romanos 2, 29).

Se nos intentó convencer, a lo largo de los siglos, de que el cristianismo, como “religión del amor”, fue (o es) superior al judaísmo, y de que el judaísmo era la religión formal, la “religión de la ley”.

Durante siglos se repitió que el judaísmo era (y es) la religión del temor y que el cristianismo era (y es) la religión del amor. Si Jesús era judío y pensaba como judío, ¿acaso no podemos decir que todo el amor de Jesús por la humanidad es el amor que nació del interior del alma de un judío?

Ha llegado la hora de hacer honor al judaísmo y de restituirle al lugar que debe ocupar en la historia. Todo el cristianismo esencial, en términos éticos, está en deuda con la interpretación del judaísmo de Jesús.

El amor que predicó el rabino Jesús, lo pudo enseñar porque lo aprendió del seno mismo del judaísmo. Jesús no fue simplemente un judío por su origen nacional, sino que fue y seguirá siendo un judío por su contenido ético más profundo. Fue un judío observante porque siempre intentó descubrir los grandes valores de la Torá. Jamás el rabino Jesús se enfrentó a la Torá, sino que la interpretó de acuerdo a los grandes valores del judaísmo.

Jesús jamás se enfrentó con el judaísmo, como se nos viene repitiendo a lo largo de estos últimos siglos, sino que Jesús, como buen rabino, cumplió (según su interpretación particular) la Torá de Moisés.

Reitero: Jesús realizó una interpretación excelente del judaísmo, pero jamás su objetivo fue la derogación del judaísmo.

Que el rabino Jesús de Nazaret jamás pretendió fundar una nueva religión, sino que intentó purificar el judaísmo de aquellos que, como en todas las religiones, ven la cáscara exterior y no su contenido ético.

Quien es éticamente judío es un verdadero cristiano, y que quien es éticamente cristiano es un verdadero judío. Las divisiones posteriores son producto más de la evolución histórica que de la esencia ética de la Torá, en la cual se fundan ambas religiones. El proceso histórico posterior que sufrió el cristianismo lo llevó a un pagano-cristianismo. Por ese motivo existen hoy grandes diferencias entre el judaísmo y el pagano-cristianismo. El verdadero cristianismo es, en su origen, el judaísmo de Jesús. En el futuro, el pagano-cristianismo deberá regresar al cristianismo original; el problema fundamental que tiene por delante es la tarea de depurar casi dos milenios de elementos paganos. Lo que yo denomino pagano-cristianismo está muy lejos del judaísmo, porque, en realidad, está lejos del propio cristianismo original.

Este es el problema real entre ambas religiones. Lo que otorga independencia teológica al cristianismo son los elementos adicionales del paganismo que desvirtuaron el cristianismo original, que es, esencialmente, el judaísmo de Jesús.

Por ese motivo, al regresar a los evangelios regresamos a las fuentes judías del propio rabino Jesús y abandonamos, por consiguiente, todo intento de manipulación pagana.

La teología cristiana, a lo largo de la historia, intentó por todos los medios justificar la independencia religiosa del cristianismo, como un movimiento diferenciado del judaísmo, a través de una interpretación forzada de las palabras del rabino de Galilea.

El cristianismo produjo dentro de su teología un enfrentamiento que podríamos titular como el de Jesús versus los judíos; cuando en realidad el debate se debe centrar en la interpretación del judaísmo de Jesús versus la interpretación del judaísmo por parte de otros rabinos del siglo I. Este es, en última instancia, el nudo de la cuestión.

Sin embargo, un regreso al judaísmo de Jesús nos lleva en realidad a situarnos ante el problema principal: la pérdida de la independencia religiosa del cristianismo con relación al judaísmo. Pero este no es nuestro problema, es el problema más profundo que tiene el cristianismo. ¿Será capaz, el cristianismo, de regresar al judaísmo de Jesús?

El judaísmo, a través de muchos de sus filósofos y rabinos, está transitando el camino de la reincorporación de aquel judío observante de la Torá que fue el rabino Jesús de Nazaret. Un rabino que no necesita ser reincorporado, porque siempre estuvo dentro del espíritu del pueblo de Israel. A judíos y cristianos nos divide una pregunta: ¿quién fue Jesús? A judíos y a cristianos nos une la respuesta: sus enseñanzas éticas, producto de su judaísmo.

Todas las enseñanzas del rabino Jesús de Nazaret son compatibles y pueden ser aceptadas por el judaísmo, porque esas enseñanzas éticas se encuentran en toda la tradición judía a lo largo de la historia. Todo el mal llamado “Nuevo Testamento” es una obra éticamente judía.

Ojala podamos reconocer definitivamente el lugar que ocupa el rabino Jesús dentro del judaísmo, un rabino que nunca fue expulsado del seno del pueblo de Israel, y reconocer el mérito que tienen las interpretaciones de la Torá por parte del rabino Jesús; lo que no implica ni implicará reconocer ni el mesianismo ni la divinidad de Jesús, que son construcciones teológicas cristianas ajenas al judaísmo. El judaísmo continúa (y continuará) por la vía del ideal de un mesianismo potencial, frente al cristianismo, que se constituye en un mesianismo consumado. Precisamente, lo que hace que el judaísmo continúe siendo judío es esa falta de redención.

Es un orgullo para mí, como judío, que un rabino de nuestro pueblo haya sido, sea y será la luz para tantos millones de cristianos. Debemos agradecer al rabino de Nazaret sus excelentes interpretaciones éticas de la Torá. El día que el rabino Jesús regrese en su segunda venida ya le informaremos en nombre de quién fueron perseguidos los hombres y las mujeres de su amado pueblo de Israel. Deseo concluir este prólogo con unas simples palabras que pronunció un hebreo fiel a la Torá hace dos mil años: La verdad os hará libres.

Mario Javier Saban

Barcelona, 10 de mayo de 2007 Año 5767 del calendario hebreo