Un ángel del
Señor se les presentó. La gloria del Señor los cercó de resplandor y ellos
sintieron un gran temor. El ángel les dijo: —No teman. Miren, les doy una Buena
Noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy les ha nacido en la Ciudad
de David el Salvador, el Mesías y Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán
un niño envuelto en pañales y acostado en un comedero. Lc 2,9-12.
La maravillosa señal que el mensajero anuncia a los pastores
es fácil de hallar: un niño, envuelto en pañales y acostado en un comedero. Pero
quizás difícil de comprender pues ofrece tres dimensiones del Emanuel, Dios
entre nosotros: la vulnerabilidad de un recién nacido, su humanidad entre
pañales y su entrega como alimento en el comedero. ¡La señal se encuentra en
Belén!
Este es nuestro Salvador, Mesías y Señor, un Dios indefenso,
hecho hombre como nosotros y que se ofrece en alimento, Él es pan partido y
compartido. Nace en la ciudad de David, en Belén o mejor en Beth-Lehem es decir
en la Casa del Pan.
Ir
a Belén es comulgar con ÉL, alimentarnos de ÉL y compartirlo con los otros como
lo hace María. Que lo fácil de encontrarlo nos lleve en esta Navidad a la
contemplación de lo profundo de la señal.
Navidad es encontrarnos con los misterios
de nuestra fe: El Señor Jesús que comparte nuestra
existencia y nos invita a comulgar con él.
Hna. Ana Francisca Vergara Abril O.P.
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